Llevaba años diciendo que tenía que empezar a presentar escritos a editoriales. Era muy consciente de los concursos que existen desde hacía mucho, gracias a webs como la de Escritores.org o, más recientemente, Twitter y algunos de los varios blogs que sigo. Pero nunca terminaba de decidirme o nunca llegaba a tener nada completado para la fecha (todos esos Premios Jordi que quise intentar serán una espinita clavada durante mucho tiempo y para siempre). Pero, aun así, creo que todo esto es más bien cuestión de que llega un momento en el que las cosas pasan. Al final aparece la determinación y ocurren. Y creo que para mí el punto de inflexión ha sido este año.
Finales de enero de 2019. Estaba echando un ojo a las convocatorias y concursos que estaban abiertos para los próximos meses porque ya me apetece ponerme en serio con esto de escribir y empezar a probar en algunos sitios. Había encontrado algunas opciones que me parecían buenas y me atraían (esto último lo más importante, no hay que escribir forzadamente) y la emoción me hizo empezar a pensar en historias que podría desarrollar dentro de lo que se pedían. Desempolvé viejas ideas, eché un vistazo a mi larga lista de "posibles proyectos e ideas" y alguna nueva nació. Empecé a abrir documentos para ponerlo por escrito y que fuera más real. Y, entonces, pasó. Me dí cuenta. Estaba planificando, estaba diciéndome a mí misma que hasta que no tuviera todo atado y más o menos ubicado no empezaría a escribir.